El canto del pico

Una tarde soleada, de invierno, en una tregua de los días de lluvia que llevaban haciendo imposible salir a "pasear" nos acercamos a Torrelodones. Desde la carretera majestuoso y siempre acechante se observa este palacete terminado de construir en la década de los 20 del siglo pasado. Original como casa museo y usado como mando militar republicano para la batalla de Brunete. Heredado por franco, después por sus descendientes y finalmente comprado por una empresa dedicada a la hostelería. Tras sufrir un incendio que aceleró su decadencia, expoliado, marchitándose sus interiores a pasos agigantados, tapiado y con el arte que albergó sus muros perdido, Este gran enclave neogótico en cuyo interior murió Antonio Maura al caer por unas escaleras en 1925, está actualmente habitado por los cientos de puntales que aguantan sus estructuras internas.

Tras subir por el camino de tierra que conduce al edificio, rodearlo completamente buscando la entrada, tapiada en todos los casos, escuché unas voces en su interior. Unos chicos de la zona que estaban pasando la tarde como tantas veces entre sus muros me indicaron amablemente cómo acceder, Mochila, chaqueta, todo dejarlo atrás, solamente la cámara con el 17-50 montado y el trípode eran los requisitos para poder acceder por el angosto espacio totalmente oculto a la vista de los caminantes que pasaban cerca en esa tarde de sol.

Dentro el estado es desolador, expoliado, pintarrajeado, un deterioro brutal, una decadencia absoluta, el sonido de la arenilla que se desprende del suelo y cae de una planta a otra, la parte inferior con apenas luz y la superior sin ventana alguna que la detenga en su entrada hacen un contraste brutal, el esplendor vivido ya extinto en el tiempo, que te abraza con su sensación de abandono total.

Por el camino en el suelo entre los arbustos el tendido eléctrico que alimentaba el palacete y lo dotaba de energía puede verse enmarañado, los postes aun siguen en pie, pero la electricidad nunca mas volvera a pasar por ellos.

Acompáñame por sus estancias y pasillos....


Vista exterior desde los pies del palacete, su presencia es espectacular, una lastima profunda te envuelve cuando accedes al interior.

El óxido en los puntales hace juego con el deterioro de las estructuras, quizás un final común para ambos les aguarde.

Los radiadores que se encargaban de mantener junto con las chimeneas las estancias acogedoras ahora están en el suelo olvidados...

Una de las terrazas, al pisar el suelo la tierra , antiguo hormigón que lo compone se desprende a cada paso, un lugar de peligroso acceso, pero con unas vistas de Madrid impresionantes.

Un pasillo angosto, alicatado y con arquetas en su fondo.

Una escalera en la penumbra es una gran alegoría al conocimiento, tan solo tenemos la certeza del lugar exacto de esta en la que nos encontramos. Somos nosotros con nuestras preguntas los que peldaño a peldaño descubrimos a dónde nos conduce con sus respuestas.

Cruza el dintel, no mires al rostro de la puerta, siente, y deja aflorar la imaginación evocada de la vida entre sus paredes.

La capilla, lo que queda de ella, arte puro olvidado para ser pasto del tiempo.

Las chimeneas obras de arte que ahora no combaten el frío invierno.

Las puertas enrejadas entreabiertas tratan de cortar el paso, sin conseguirlo.

El mismo pasillo a la luz del atardecer cambia de forma considerable.

El camino conduce a otros parajes, atrás dejamos el palacete, que nos llama para volver, algún secreto oculto se que me dejo en su interior, con más tiempo la próxima vez ... la luz se escapa y el camino es largo.