Portugal. El pueblo de los sanatorios I

Primera parte. Materno infantil.

Hace un tiempo tuve la oportunidad de visitar un enclave maravilloso por su localización, pero a la par trágico por su historia. Situado en Portugal, el primer sanatorio abrió sus puertas en el año 1922. Gracias a un médico nacido en 1889 en Coimbra. con el tiempo llegaron a estar activos 20 sanatorios antituberculosos con una población en ellos de más de 1000 personas.Tras la erradicación de la enfermedad poco a poco pasaron a ser abandonados. El estado del suelo en muchos de los edificios no deja acceder a alguno de ellos por el grave riesgo de derrumbe. Los tejados de vigas de madera ya comenzaron tiempo ha a desprenderse, grietas en paredes, filtraciones y utensilios son lo que ahora pueblan el interior una vez animado de los sanatorios.Uno de los edificios fue pasto de un incendio aunque por suerte estructuralmente no se vio afectado, pudimos entrar pero ya era de noche y ante la imposibilidad de usar flash no pude sacar imágenes..Acompáñame en el viaje.Empezaremos por el materno infantil. Un edificio que contaba con aulas y amplios balcones para respirar "el aire fresco" de la montaña en el cuál aún se encuentran los vestigios de su actividad.

Exterior del sanatorio antituberculoso materno infantil

Detalle de una hamaca infantil. Se utilizaban para tener los niños en las terrazas reposando y reponiendose.

Balcón donde sacaban a los niños y niñas a respirar el aire de la montaña del hospital materno infantil.

Los pasillos llenos de cristales rotos y de suelos de madera nos abrazan con su sensación de nostalgia.

La escalera a la parte superior del infantil. Antaño luciría hermosa pero hoy en día transmite fragilidad y longevidad.Lo que nos conduce a las aulas y sus pasillos ya que tenían clases y educación, aunque poco queda de ellos...

La pizarra en el suelo nos sorprendió además de la salida tan amplia a la terraza. En esta época se pensaba que el aire fresco beneficiaba la curación.

Una de las habitaciones aún con mobiliario de uso clínico.

La entrada desde el exterior no acompañaba a las buenas sensaciones.

Los pupitres corroídos por la humedad se almacenan en las estancias, esperando quizá algún niño que vuelva a utilizarlos.

El tobogán sin escalera y el columpio en un mar de hierba alta sin ningún tipo de cuidado se erigen como elementos indispensables para aquellos pequeños que disfrutaron de ellos.